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por el P. Gumersihdo de Estella 95 La misión se deslizó normalmente desde aquel día; y terminó con fruto extraordinario. Celebrada la solemne despedida del misionero, una inquietud quedó ·en los ánimos .de todos. Y todos co– .mentaban: «Piedras tendréis»-.. ¿Q_µ é quiso significar con esta profecía el piadoso misionero? ¿Será anuncio de algún castigo del cielo? ¿No dijo aquel hombre de Dios que los ultrajes he~hos a la Religión públicamente con la tolerancia de las autoridades suelen ser castiga– dos por el Señor con penitencias públicas? ¿No dij~ que un pecado del rey David fué causa de i'in castigo en– viado por Dios a toda la nación? Pasaron algunos meses. Los campos de Lumbier esta– ban extiberantes de frutos . Los racimos de las viñas ha– cían recordar la abundancia de la Tiérra de Promisión. Uno de los primeros días de Julio, durante toda la mañana, el sol brillaba risueño como mensajero de pro– mesas. Pero a mediodía apareció en eI alto de «Santa Celia » una nube oscura que fué subiendo ·hacia el es– pacio, adquiriendo por momentos mayores proporcio– nes, hasta extenderse sobre los campos de Lumbier, cerniéndo_se sobre ellos como ave . de _rapiña sobre in– cauto pajarillo. De improviso un vivo- fulgor tiñe todo de color de fuego, mientras un formidable trueno hace estremecer el suelo. De la nube ~oscura brota7;1 torrentes de granizo con furia aterradora, con tal densidad que oscurecen el espacio. En pocos minutos la comarca de Lumbier fué convertida en un campo de hielo. No quedó un
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