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-87- con la inmoralidad, opusiéronse tenazmente al éxito de la misión. Primero sembraron entre el público recelos y desconfianzas contra los misioneros diciendo que estos maltrataban mucho a los que iban a acusarse de sus pe,– cados. Después propalaron calumnias, afirmando que los dos habían sido arrojados de Europa por revoitosos, vagos y truanes. Viendo que este medio no producía tanto resultado corno ellos esperaban, organizaron un baile, trabajando por arrastrar a él toda clase de personas. El Padre Esteban arnonestóles una y otra vez. Pero sus avisos fueron estériles. Cada día la oposi~ión de aquellos malvados iba siendo más descarada y la gue– rra más abierta y más dura. En vista de esto, una noche, desde el púlpito que se había levantado en la plaza, el Padre Esteban refirió el ejemplo rigurosamente histórico de una impía mujer que en Nápoles, después de muerta, atestiguó en presencia del Beato Francisco de San jerónimo y de gran con– curso, su propia condenación. Referido el ejemplo y hecho un fugaz comentario, y luego una apología breve de algunas ve.rdades de la Religión contra las que ha– blaban aquellos libertinos, exclamó con acento aterra- · dor: « Quis ex vobis poterit habitare cum lgne deoo- i·ante?... ¿A cual de vosotros le tocará caer al fuego eterno?... » Y luego con lágrimas en los ojos an.unció un castigo de Dios ,que sei,ba a cumplir ,muy en breve. Aquel anuncio ; hecho fºll acento .p~óf,éticO,, ca_usó
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