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--74-- si los veía en el templo y más si podía conversar con ellos. Por lo regular acudían dócilmente y oídas las ~ex– hortaciones del misionero, no se negaban a legitimar su situación o a unirse con sus respectivas esposas. Si no se presentaban, dedicábase a la!basca y cap– tura de los contumaces. Visitábalos en sus viviendas, les exhortaba con amabilidad. Con tal procedimiento quedaban cautivados; y raros eran los que no se ren– dían a tan bondadoso misionero. El Alcalde de Morón presentóle una lista:de ochen– ta y seis amancebados. De los ochenta y seis legitima– ron su unión sesenta. Otros prefirieron separarse sa– liendo del abismo del vicio. Quedaron no obstante algunos rezagados ,í;.[bien ,____,..,,.._.j_ avenidos con sus pasiones, pero mal dispuestos a ave- nirse con la perpetua obligación que impone: el Sacra– mento del Matrimonio. El Padre Esteban clamó desde el púlpito llamando a una sincera conversión. No contento con eso, visitó– les en su casa, les habló procurando insinuarse con su habitual dulzura. Todo fué en vano. Ni siquiera se conmovieron ante el edificante espectáculo de las dos Comuniones generales celebradas con tanto fervor, ni ante el ejemplo de los sesenta amancebados que legiti– maron su matrimonio con jubilosa solemnidad. !Tampo– co fué parte para convertirlos la Comunión de niños celebrada el día 3 de Julio; ni el inmenso gentío que

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