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-70- Padre Esteban dirigió a los fieles su ardiente palabra exhortándoles a penitencia. Después se volvió hacia la Divina Pastora, suplicándola, con tiernísimo efecto, que se apiadase de sus pobres ovejillas y puso bajo la pro– tección de tan celestial Madre el Partido de jarei, nom– brándola Patrona del mismo. ¡Cosa admirable! Desde aquel instante comenzó a ceder la furia de la peste. Al día siguiente, el compañe– ro del Padre Esteban, que totalmente curado ya, le ha– bía seguido a Jarei, administró solo a doce enfermos; pero no hubo ni una sola víctima del cólera. Y después no se registró ni un solo caso. El 30 de Enero del año siguiente hallamos a nuestro misionero en el Partido de jaribacoa, pueblo distante de Manzanillo dos leguas. Allí aconteció lo propio que enjarei y Giguani, pero con una circunstancia digna de mención. Había estado en este pueblo poco antes el santo Arzobispo Padre Claret, quien llamó con cariño de Padre y Pastor a los amancebados para que saliesen de su estado de escán· dalo. La mayor parte despreciaron obstinadamente la gracia divina que el Cielo les brindaba por medio de tan santo Prelado . .. Pero ¡o~justiciadivina! exclamael PadreEsteban, llegó el terrible célera y murieron casi todos los amancebados. Con tan visible castigo del Cielo, el pueblo estaba aterrado; las gentes andaban sin saber lo que hacer, como fuera de juicio.

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