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- 68- los niños, cuyas manos y corazones se conservaban puros. Tras los niños iban los adultos. Y se puso en marcha la procesión más lúgubre que se ha visto. El Padre Esteban con aquella voz que parecía so– brehumana, cantaba con una melodía que semejaba un gemido prolongado: «¡ Mater Divini Pastoris!... » Y los fieles contestaban con voz entrecortada por el dolor: t ¡ Ora pro nobis!.. » Después, durante unos momentos de silencio la pro– cesión se deslizaba entre cadáveres envueltos en sába– nas o encerrados en ataudes. Pocos eran los que no lloraban. Niños había que acababan de perder a sus madres unas horas antes. Mujeres, que tenían el cadáver de su hija o de su espo– so en la puerta de casa. Llegados a la iglesia, el Padre Esteban colocó el estandarte en el centro del altar mayor. Rezó con el público el santo Rosario. Después hizo ante la Divina Pastora una oración que repetía todo el pueblo. Y todos se retiraron con la firme esperanza de que Ía Divina Pastora detendría el curso de la peste, como lo había prometido el Padre Esteban. Y en efecto: aquella misma noche cesó la peste total– mente. No se registró en los días sucesivos ni un solo caso. El Padre Esteban continuó en Giguani hasta el 5 de Diciembre, día en que hizo una solemne procesión Sa– cramental en acción de gracias y cantó un solemne Te Deum.
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