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-64- teban misión en Santa Tecla, importante ciudad del Estado de El Salvador. Sabía el apostólico varón, que algunos alardeaban de indiferentismo y aún se jactaban de incrédulos, ha.; ciendo además pública manifestación de inmoralidad. Hablando desde el púlpito sobre el dogma del in– fierno, observó qué no causaba la impresión que él es– peraba y que estaba acostumbrado a ver en otros auditorios. En ocasiones semejantes solía tener arranques im– provisados que producían conmoción formidable en los oyentes. Aquel día exclamó con su voz de trueno: «¡Señor!' ¿No mostrarás ahora mismo una chispa de tu ira que enciende el fuego del infierno parn los pecadores? ... » Y en aquel mismo momento cayó con horrible es– truendo un rayo en el mismo umbral del templo. Ya se deja entender el efecto que causó en la mu– chedumbre aquella prontitud con que Dios intervino pa– ra dar eficacia a la palabra de su Siervo. Pero no fué esto lo que más impresionó y aterró a los fieles. Allí mismo, en la puerta del templo se halla– ban dos jóvenes de diferente sexo que alardeando de estoicismo y perfidia satánica, estaban entregados á torpe placer sensual, a la vista de no pocas personas que desde allí escuchaban al predicador. ¡Oh justicia de Dios!.. El rayo cayó sobre ellos ma– tándolos instantáneamente.

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