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- 57- No estaba todo hecho. Aquellas lágrimas podían ser estériles. Cuando el Padre Esteban comprendía du– rante sus misiones que el fruto estaba sazonado, anun– ciaba la hora y el día en que comenzarían las confesio– nes. Un mes llevaba de predicación y aún no se atrevió a anunciarlas. Sin duda comprendía que no estaba el auditorio preparado para una confesión sincera y para un propósito eficaz de la enmienda. El día 20 de Junio predicaba, desde un púlpito pre– parado en la plaza, a un auditorio de quince mil perso– nas de todas las clases sociales y de todos los estados. Desarrollaba un tema nada a propósito para impre– sionar la imaginación. Probaba serena y friamente con textos de la Sagrada Escritura que la fé, sin obras, no babia para salvarse. Aún no había llegado a exponer la mitad de los ar– gumentos , c:uando se levantó repentina y simultánea- · mente un clamoreo general de todo el auditorio, que pe– día con gritos de angustia misericordia al señor y a la Divina Pastora. El Siervo de Dios suspende el sermón, pasea su mi– rada por el auditorio y observa que unos levantaban los brazos formando cruz, otros pugnaban por abrirse paso y huir, otros ·se caían desmayados; y todos con el es 0 panto pintado en el rostro continuaban gritando: «jmi– sericordia¡ ¡perdón!. .. » Preguntados algunos grupos qué ocurría y por qué manifestaban tal terror, unos contestaban que veían ba- ·
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