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-44- e insistió con tal firmeza y resolución y tan. reiteradamen– te, que no hubo más remedio que concederle la gracia que solicitaba, dejándolo todo a su exclusiva responsa– bilidad. El día 1 de Mayo, a las 4 de la tarde abríanse las puertas del presidio. Momentos después el Padre Este– ban pasaba por las calles de Santiago al frente de una columna de criminales formados de seis en fondo, en dirección a la catedral. La expectación del público, la sorpresa, la admiración eran enormes. La presencia de aquellas fieras convertidas en corderos que en– traban en el templo mayor de la ciudad con la com– postura de unos colegiales, hacía llorar. El señor Provisor de la Diócesis había convocado por indicación del Padre Esteban, a doce confesores que ayudaron al Excmo. Sr. Arzobispo y a nuestro misionero en la tarea de absolver a aquellos hombres que imitaban al buen ladrón. Después regresaron al presidio con el Padre Es– teban con la misma compostura. Al día siguiente, al despertar el alba, les preparó para comulgar, celebró la Misa el mismo Padre Este– ban, acercándose los presos de seis en seis a la Mesa de los Angeles, y les ayudó a dar gracias. Al despedirse el misionero, aquellos hombres que jamás habían llorado, no podían contener el llanto.
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