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-40- rosos que pudieran aducirse y que fueron ordinarios en su vida. En el mes de Mayo de 1852 predicaba misión en Santa Cru.e, Esta moderna población de la Isla de Cu– ba se componía de habitantes extranjeros en su mayo– ría. El Cura, D. Ramón Rivero, vivía en la sacristía. ¡Nadie tenía un mal piso para él!. .. El fruto de los sermones del Padre Esteban era exí– guo, casi nulo. Llamados los concubinarios a presencia del misionero, presentáronse en actitud cínica, negán– dose descaradamente a salir del vicio. El día 28 estando en el templo ante relativo número de personas, tornó el Crucifijo, dió el estandarte de la Divina Pastora a su compañero y exclamó, usando las palabras del Evangelio: « Cuando no fuereis bien reci– bidos, sacudid el polvo de vuestras sandalias y huid a otra parte.... Cumpliendo, pues, el Evangelio, ¡nos vamos! ... ¿Qué será de este pueblo? ¿Qué será de vosotros? ». Ambos misioneros se trasladaron apresuradamente a la casa en que se hospedaban. Postróse el Padre Es– teban ante la Divina Pastora, lloró, suplicó, prometió penitencias por las que rehusaban hacer los habitantes de aquel pueblo .... No había pasado una hora cuando la población, con– movida, aterrada, se presentó en masa ante la casa de los misioneros con las autoridades a la cabeza, supli-

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