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-39- verdadera reproducción del Divino Maestro en su en– trada en jerusalén. Iba el Padre Esteban sentaµo sobre un jumentillo. Un Hermano lego conducía al humilde animal, llevando el ronzal en la mano. Un gran grupo de personas ro– deábale con demostraciones de veneración y afecto. Unos cantaban las letrillas sagradas que él enseñaba a los fieles en sus misiones. Otros besábanle el Hábito. Otros le cortaban pedacitos del mismo. Y todos, mirán– ,dose mútuamente, exclamaban con frecuencia : «¡Qué santo es el Padre Esteban! ¿Verdad que es como San Francisco?... ». Y entre tanto el Padre Esteban iba en profunda me– ditación con los ojos cerrados, con el crucifijo entre las manos, sin darse cuenta de lo que se decía o hacía a .su lado. Nos atrevemos a preguntar: ¿Iba el siervo de Dios Juera de sus sentidos o arrebatado en éxtasis? La religiosa que esto presenció cree firmemente .que sí. <R.uidoso caso de Santa Crui!'.. En la vida del Padre Esteban hallamos infinidad de ,casos que nos prueban la eficaciá de su oración, la cual siempre iba acompañada de actos de penitencia. Los extraordinarios éxitos de sus sérmones debíanse :a su oración, más que a los esfuerzos de su oratoria;, · Para comprobarlo citaremos un casó entre los nume-

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