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-28- El ataúd est.ab ~ c:olocado en ~I centro de la iglesia roqeado de nardos,. r.omeros y otras plantas olorosas. L,os fieles, movi<;los por la ,de".oción que profesaban al f'ac:lre Estebar,i y pqr la confianza en la protección que desde el Cielo les dispensaría, arrebataban las .flores y se las llevaban .d~spués de tocar con ellas el rostro del difunto misionero. Varias veces fué menester traer nue- • - . ' . . i vas flores de la huerta. Muchos centenares .de rpsarios se pasaron cada hora por su venerando, rostro . Y no contentos con esto los fieles, le cortaban pe– dacitos del Hábito, le arrancaban pelos de su larga har– pa, o bucles de capellos. Cuando los religiosos vieron que la devoción tras– pasaba los límites de la discreción, no siendo ellos su– ficientes para contenerla, llamaron a los agentes de or– den público para que custodiasenel cadáver, y rodea– ron el ataúd .con bancos. Los funerales fueron solemnísimos. Los presidió el lltmo. Sr. D. ·sebastián Herrero y Espinosa de los Mon– teros, Obispo dimisionario de Vitoria y poco después Cardenal Arzobispo de Valencia. Predicó una hermosa oración fúnebre el Arcipreste de Sanlúcar D. Francisco Rubio Contreras, que profesaba gran veneración al Pa– dre Esteban. Cuando levantaron el féretro y se Jo llevaron los re– ligiosos al interior de la clausura, los fieles salieron de la iglesia en tropel, escalaron las. tapias de la huerta dentro de la cual se halla el cementerio; y muchísimos
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