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-22- Lora del Río, Sevilla, etc., dejaron imborrable recuer– do. Los que tuvieron la fortuna de oírle, describen con calor y viva admiración el efecto que producía la pre– dicación del Padre Esteban. Bastaba ver en el púlpito aquella figura apocalíptica levantando el crucifijo y en– tonando el Santo Dios... · para sentir llena de compun– ción el alma. Sus actos de contriéión, hechos con aquella voz que de tan potente y sonora parecía sobre– humana, arrancaba lágrimas a los hombres más duros. Sus misiones, según nos refieren los testigos de vista en Andalucía, tenían que terminarse en las plazas, por ser insuficientes las iglesfas para tan extraordinarios concursos. Su actividad no se limitó al ejercicio de las misiones. Como Vice-Comisario Apostólico hubo de atender a la restauración de la Orden en España. Como Guardián de Antequera, hubo de organizar aquella Comunidad, la primera de Capuchinos en España después de la ex– claustración; y en Otoño de 1877 restauró el Convento de Sanlúcar de Barrameda y organizó aquella Comu– nidad de la que fué el primer Superior. Siendo él Vice– Comisario se inauguraron los Conventos de Pamplona, Masamagrell, Arenys de Mar y Montehano. La naturaleza del Padre Esteban, destruída ya por la penitencia y por incesante y ruda labor de cuarenta años, no estaba sino para entregarse al descanso. Pero los santos nunca se declaran vencidos. En . Marzo de 1879 salió a predicar una misión en Fuentes con los
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