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-16- la pequeña Comunidad establecida en Antigua Gua– ma/a. Mucho sintió el Venerable Padre Claret la separa– ción de tan valioso misionero y mucho se esforzó por retenerlo en Cuba; incluso le ofreció una mitra, que le hubiera sido fácil obtener de la reina Isabel. Pero el Padre Esteban alegó que Dios le había hecho para Ca– puchino y no para Obispo. Entonces el Venerable Pa– dre Claret le abrazó tiernamente, y viendo que no tenía reloj le regaló el suyo, que el Padre Esteban aceptó como recuerdo de un santo, pues como a santo venera– ba al celoso Arzobispo de Santiago. A los pocos meses de su llegada a Guatemala, el Padre Esteban era célebre en toda la República. De todas partes era llamado por las autoridades eclesiásti– cas y civiles para, predicar misiones. Su tenor de vida era el mismo que en la Isla de Cuba. Recorrió la República en todas direcciones bajo un sol abrasador, sin usar ni un mísero solideo que le defendiera la cabeza, sin más equipaje que el estandar– te de la Divina Pastora que le había sido regalado por el Venerable Padre Claret y que no abandonó desde que comenzó sus predicaciones en Cuba. A cada misión del Padre Esteban acudían cinco, ocho -o diez pueblos desde muchas leguas de distancia. Hubo ocasiones que asistieron nutridas caravanas lle– gadas de las Repúblicas de Honduras y El Salvádor después de penosas marchas de varios-días.

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