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-11- lograron reducir gran número de familias y fundaron tres pueblos a la orilla de tres ríos distintos. Los indios chiricoas antropófagos, que jamás habían admitido misionero alguno, enviaron espon– táneamente emisarios al Siervo de Dios, .prometién;– dole escuchar su doctrina y poner en práctica sus mandatos. La fiebre clavó su garra en la naturaleza de hierro del Padre Esteban. Este no se d~claró vencido. Este– nuado, enfermo, abatido y flaco de cuerpo, su espíritu seguía siendo de apóstol y hubiera continuado su ruda labor con el mismo celo y diligencia. Pero el Goberna– dor del Distrito envióle de parte del Supremo Gobier– no, la orden de salir sin dilación de la misión del Apure, a pretexto de que se había negado, como todos los mi– sioneros, a jurar la Constitución del Estado. Tan despiadada orden le llegó al Padre Esteban el 4 de Octubre. Hacía cerca de un mes que nuestro mi– sionero yacía, presa de la fiebre, tendido en tierra, en una cabaña mal cubierta de ramaje. Ht11lábase casi ago– nizante sin auxilio de ningún género, sin más consuelo ni compañía que su crucifijo y el Padre Julián que tam– bién estaba gravemente enfermo. El día 6 emprendió su viaje hacia la capital de la Provincia de Valencia tendido en una canoa. Un breva– je que le había sido propinado por una india y el cam– bio de aires reanimaron algo sus fuerzas que el Padre Esteban aprovechó para trabajar por el bien de las al-
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