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-112- cionadaniente sus recelos para · ver si salía el delin– cuente. Pero nada sacó en limpio. Un día después de cerrar bien con llave el armario y p!.terta, después de cerciorarse si las cerrajas funcio– naban con precisión, dejó dos religiosos como vigilantes. en la misma puerta de la despensa, guardando .él las llaves a buen recaudo. Mas de nada sirvió su refinada prudencia. Al regresar después de buen rato y al pre– guntar con cierta ansiedad a los dos religiosos si habían sentido ruido o habían visto a alguien, contestaron que no. Pero la sorpresa de los tres fué enorme cuando at abrir el armario vieron que no había nada de lo que el mismo enfermero había dejado. ¡Aquí anda el demonio! debió exclamar el pobre Fraile con gran impaciencia, ¡aquí anda el demonio o algún endemoniado! Otro día servía la comida a los enfermos. Dejó los platos cerca de la puerta de la celda de Fray jose Ca– lasanz. (1) En unos segundos de distracción del enfer– mero desaparecieron las viandas. Preguntó al referido Fray Calasanz, (a quien había encomendado que vigi– lase) qué había pasado. Mas éste contestó que no había visto a nadie, ni había sentido ruido alguno. Am– bos quedaron atónitos y el enfermero además contra– riadísimo. (1) Fray José Calasanz de Llevaneras fué después el Car– denal Vives y Tutó.

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