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-108- quienes consultó su determinación¡ el Padre Esteban leía desde el púlpito en voz alta los párrafos que con– tenían herejías y conceptos erróneos, y los refutaba valientemente con razones clarísimas. · La curiosidad que su controversia despertaba en el público era inmensa. Llenábase el templo y el atrio; y la muchedumbre rebasaba por las inmediaciones . Los anticlericales no eran de los últimos en acudir a los ser– mones; pugnaban por ocupar un lugar próximo al púlpito. El fruto era extraordinario no sólo entre los buenos ; sino aun entre los masones y liberales. No pocos de és– tos abandonaban el periódico, abominando •de la ideas que habían sustentado. Grupos de hombres significa– dos por sus aficiones [tendenciosas veíanse acudir al Convento y vi&itar al Siervo de Dios. Durante aquella Cuaresma no se hablaba en toda la República de otra cosa que de la predicación del Padre Esteban, y del peligro de muerte que amenazaba a El Malacate. El enemigo de las almas 110 había de resignarse a presenciar pasivamente aquella reacción tan saludable que se operaba en las ideas y en las costumbres. A mediados de la Cuaresma principió a otiservarse en el Convento de la Antigua Guatemala un fenómeno rarísimo, que llenó de espanto a los Religiosos. Un día cayó sobre el Convento y sobre la terraza y ventanas de la iglesia una pedrea que duró como una

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