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-101- su conciencia, se echó a sus pies prometiendo confo;.;: sarse cuanto antes. .Y lo mismo hicieron sus compa– ñeros. Que se matan!... Predicando un día nuestro insigne misionero en una ciudad de Guatemala, suspendió inopinadamente el ser· món y exclamó con acento de gran alarma, causando gran sorpresa en el auditorio: «¡Corran inmediatamente algunos hombres a detrás de la iglesia y eviten por caridad un doble homicidio!. .. ~ Un buen grupo de hombres, seguidos de infinidad de curiosos, acude con presteza al lugar indicado por el Padre .Esteban; y hallaron a dos hombres que, presa de la ira, estaban riñendo furiosamente y se disponían a agredirse con sendos cuchillos. Los emisarios del Siervo de Dios llegaron a tiempo para evitar la mutua agresión de aquellas dos fieras. No hace falta ponderar la admiración que causó en– tre el público que el Padre Esteban viese o supiese aquella reyerta criminal sin moverse del púlpito en que predicaba. ¡7-\e ha leído la conciencia:! Predicaba el Padre Esteb;an una misión en San Mar– tín de Unx (Navarra) en Diciembre de 1876, en compa– ñía del Padre Saturnino de Artajona. Una noche, después de terminado el sermón, diri-
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