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82 a la balconada llena tod,wía de resplandores del fuego. Las cenizas del taller de tu padre pintarán desde ahora tus cometas, hijo mío. Y las brisas y las llamas alimentarán tu vuelo. Y el pulso de la sangre de tu madre. Echate a volar, mi amor, igual que una c-:mieta. Se perfila en la !Ja!conada la cometa grande del acto segundo, pendulanda de un lado a otro. el Níiío se sube sobre ella y desaparece. Sube hijo mío, sube. Enccrámate en las nubes. Alcanza el mismo sol, amor mío... Vuela como los cóndores andinos. Sube, sube, sube... Entra una música brillante. Beatriz se vuelve al público desde la balconada y entra alegrísima golpeando su cincel con el martilb. Entra un coro de mazos y cinceles mezclado c?n la música. FIN de LAS ESTATUAS MALDITAS 'f