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clase de universidad. NIÑO.- Sí, como los periodistas. BEATRIZ.- Igualito, mi amor. NIÑO.- ¿Enseñas en la escuela? BEATRIZ.- Sí, pero ahora quiero er.señar de otra manera. NIÑO.- Eres una maestra muy linda. BEATRIZ.- Tú eres más bello, mi amor. (le lanza un beso volando. Aparece un s!ide de un desnudo greco-romano en cuerpo entero. Deberán ir pasando otros slides según parlamento, en c/ose-up, según caso.) El cincel de mi amado vale mucho más que el pene oculto bajo esta hoja de parra, inútil como un pámpano seco, sarmiento sólo para el fuego destructor, morbosidad de impubes o de célibes... Shiringa del dios Pan bajo parras, que ni excitas ni amansas al animal que la hembra acuna. Tus criadillas impúdicas valen menos que los ojos ardientes del amado. Fue mucho más violento el cincel de Leonardo, y a mí me penetró más reciamente que un falo erguido, desvirgador de nubes y violador de pájaros. El me engendró a la vida sin haberme montado; yo, vestal de mil ritos impúdicos, y él, sacerdote de olimpos y utopías. Que se te hagan polvo las vergüenzas, y brillen por siempre los ojos de mi amado. NIÑO.- Mamita, ya le corté toda la cabeza. BEATRIZ.- Enhorabuena. A ver... NIÑO.- Y ya casi un brazo. Y le rompí la nariz y le saqué los ojos. BEATRIZ.- Sácale ahora el corazón, hijo mío, y chúpate su sangre. NIÑO.- ¡Qué cosas más raras dica, mamita! (Sigue golpeando frenéticamente. Aparece una toma general de la Venus de Milo y, como en el caso anterior, según parlamento, c/ose-up de detalles.) BEATRIZ.- ¿Quién cercenó tus dos brazos? Maldigo tus muñones y maldigo tus dos senos de piedra que sólo lactan estéticas salobridades, cuando miles de bocas 74

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