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acariciarla. Como a tu Enriqueta. Igual. Hazle manitas. Como a las flores. Habla con la piedra, Juanillo, y échale piropos. Te contestará y se te volverá táctil, mórbida, casi piel de durazno. JUANILLO.- (Desde abajo.) No sigas, poeta, loco. Baja pronto. Leonardo sigue entre las plantas. Desaparece al rato. Entra Jorge, vestido de militar. Es muv afeminado. Descorre totalmente las cortinas. Se desprende de su casaca militar v se endosa una dalmática renacentista. Arregla algunos detalles en la recámara. Limpia el polvo con un plumerito muv cursi v en andares casi de ballet. Se detiene ante una estatua masculina desnuda. Inicia ante ella un como cabrioleo amoroso muv galante. Se acerca a acariciarla morbosamente. Suena el teléfono. JORGE.- Sí, recámara del Sr. Presidente. Sí, yo mismo. A sus órdenes. No llega todavía. Sí, Sr. Ministro. Se lo comuni– caré de inmediato. Sí, dígame... Entra Beatriz. Se acerca a Jorge, Jo besa v acaricia simulando gran enamoramiento. El tapa la bocina del teléfono. BEATRIZ.- Estás divino, Jorgito. ¡Mi amor! Pareces un efebo. Praxiteles te hizo más bello que a Hermes de Olimpia. Eres bello, mi amor. JORGE.- Sí, señor Ministro. Pierda cuidado; se lo comunicaré de inmediato... Déjame, flor de Olimpo. Beatriz ha comenzado a desabrocharse fa blusa delante de Jorge con la mavor naturalidad. Queda en ropa interior. BEATRIZ.- ¿Alguna novedad? (Queda con el busto desnudo totalmente.) 2

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