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'_'I NIÑO.- Sí, mamacita Beatriz. BEATRIZ.- ¡Hijo mío! Tú, Luis Leonardo, seguirás haciendo hombres nuevos, rompiendo las estatuas malditas, forjando otras libres, con ojos y con brazos y con pies y con voz, y con la frente altísima, igual, igual que tus cornetas. NIÑO.- Sí, marnacita, te lo juro. Me gusta: Luis Leonardo yo. Mamá, comienzo ahora mismo. (la besa y se va corriendo/ Queda sola Beatriz en escena. Tiene en sus manos el mazo y el cincel. Los besa. Se va opacando la luz ambiental. Sólo un foco sobre Beatriz. Se insinúa una brisa suave que irá crescendo hasta hacerse viento fuerte... Entra una música de percusión apenas percepti– ble al principio. Poco a poco se irá haciendo alucinante. Beatriz irá pasando por estados anímicos de alegría, rabia, decepción, odio, esperanza. Imagina tener frente a sí un bloque de piedra y actuará sobre él según música y viento... Casi danza en escena desesperada. En un momento se acercará al lugar donde estuvo el cuerpo de Leonardo... Golpeará el muro de la iglesia con su mazo y cincel. Va de un lado para otro. Al final se encara ante la puerta de la iglesia desafiante. Se decide y pasa al interior. Se oirá su voz en el parlante. 1 (En llanto.) ¡Oh, Padre de los cielos, viento o brisa, huracán o tornado, impulsa hacia la altura las cometas de mi pueblo aplastado, y que sean sus hijos tu imagen sin engaños 1 Insinuamos para música de percusión fragmentos posibles de Bernard Hernian: Psicosis, una narración para orquesta. O Edgar Varese: Ionización. O Carlos Chávez: Toccata parte final. 69

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