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los pobres. El Gobierno, el Presidente, los que no quieren que las cornetas se levanten; los que desangran al pobre para que sus venas no se hagan piolas. El era un santo, doctora. BEATRIZ.- Sí, mi amor. Lo mataron, pero vive. NIÑO.- (Desesperado.) Mentira, mentira. Lo han matado. BEATRIZ.- ¿No has dicho tú que quieres seguir siendo lo que a él no le permitieron ser? NIÑO.- (Reaccionando.) Sí, sí, sí. Pero lo han matado. ¿Cómo puede seguir viviendo? BEATRIZ.- En ti y en mí, mi amor. Vive -¿sabes?- yo lo amaba. NIÑO.- Pero él era un sacerdote... BEATRIZ.- Sí, pero lo he sabido a última hora, hace media hora apenas. Lo conocí corno si sólo fuera él un maestro cantero, un escultor. Y me enamoré del él. Era un hombre de bien, un rebelde, un inconforme. NIÑO.- ¿Rebelde, contra quién? BEATRIZ.- Contra las injusticias. NIÑO.- Yo también, doctora. BEATRIZ.- El no podía admitir que las gentes de su pueblo fueran corno estatuas muertas, corno muñecos, corno títeres. El quería que los niños fueran bien varoncitos, que lucharan por hacer subir y subir cornetas ... NIÑO.- Yo ya no jugaré nunca a las cometas. Eso es cosa de niños. Yo subiré por mi mismo. Y seré grande, corno el padre Leo. BEATRIZ.- ¿Lo querías mucho? NIÑO.- ¿Por qué me hace usted esa pregunta? El era mi papacito, mi taita, mi papá ... BEATRIZ.- (Abraza al nirfo con una ternura entraíiable.) Yo también lo amaba. Pero él nunca quiso hacerme suya, darme un hijo de él. (El niíio la mira perplejo.) Me dio solo su mazo y sus cinceles. El me poseyó a golpes. Nl.ÑO.- No entiendo, señora. BEATRIZ.- Lo entenderás algún día. Me poseyó a golpes de 67
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