BCCCAP00000000000000000000598

de mi taller, junto al Maest·o. El me golpeó ahí con su mazo y sus cinceles -con su Palabra-, y me eligió para este oficio. Aquí comprendí l:1 riqueza del Padre Dios y las cosas de su Reino. Y El me dijo que su Reino, amén de otras cosas, son los hombres, ahora y aquí. .. HERMANA 1.- No te esfuerces, Le3. Descansa. LEONARDO.- ¿Verdad, abuelo, que nos hizo abrir los ojos? ¿Verdad que El es la brisa '! el viento y el huracán? (Dirigiéndose al niño.) El hace subir las cometas, Luchito. El descuartiza las montañas... HERMANA 2.- Leonardo, no hables, por favor. LEONARDO.- ...Y hace crecer las alas a los pájaros. Y a los hombres. El sembró de sacramentos chicos toda nuestra vida. ABUELO.- Sacramento es tu sangre, Leo. Y sacramento tu cuerpo herido. Y sacramente tu mazo y tus cinceles. Y mi latita de monedas. Y la mesita de venta de doña Micaeli– ta. Y las cometas de los niños. LEONARDO.- Y tus ojos apagados, abuelo. Y tu guitarra. Y ustedes, pueblo de Dios. ABUELO.- Leo, estás con los tuyos, y en tu taller de cantería. HERMANA 2.- A todos nos has hecho un poco lo que somos; nos has devuelto los ojos, y la voz, y los pies y el cora– zón, y la fe en nosotros mismos. JUANILLO.- Este ha sido tu auté7tico obraje de imaginería, tu taller. BEATRIZ.- ¿Y el otro taller? ¿Es este tu museo? LEONARDO.- Este pueblo ha sido mi maestro de teología. (Mostrando su mazo y cinceles.) Sí: esto es mi sacramento vivo. Golpe a golpe, como un corazón enamorado, ha sido el mismo Cristo quien respiraba en el nervio de mi brazo y en la respuesta generosa de su barro y de su piedra. Esta es su gracia y su desafío. BEATRIZ.- (Que se afana curando sus heridas.) No hables, Leonar– do. Descansa. 56

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz