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NIÑO.- "Deshilacha tu ropa, y no te importe quedar todo desnudo en un mundo que aplasta las cornetas" ... ABUELO.- Ven aquí, malcriado, malagente. (Lo abraza.) Tú has de ser buena brisa, viento y huracán, tifón y tornado, mijo... Yo te enseñaré ele memoria lo que es el viento. ABUELA.- Mejor, lo que es la brisa. Y que la monte y que la haga parir tempestades. Nacimos de esta puta tierra a ras del suelo; del barro, del pisotón, de la patada. HOMBRE.- Eso está mejor, abuela. ABUELA.- Yo sólo fui buena para parir hijos, tendida en tierra como una bestia mansa, sin una brisa rebelde aquí, entre las piernas. Hijos parí para hacerlos luego sólo trozos de arcilla, raíces retorcidas, siempre encorvados sobre el duro suelo, jóvenes aún y ya sauces, despelotados, machos impotentes para en1borracharse de brisas y parir huracanes. MUJER.- Así se habla, abuela. ABUELO.- Escupe usted, doña Micaelíta, la amargura por la boca como víbora. No, comadre. Hijos parió para que otros más tarde los montaran, pero es que usted y yo, y cuantos parimos nuevas vidas aquí, luego fuimos incapa– ces de encoraginarlos con el impulso verdadero de las brisas, y del viento. MUJER.- iChévere, abuelo! Ahora sí. ABUELO.- Y así estarnos: como muñecos, como árboles secos, como piedras, como estatuas, traídos y llevados por los poderosos. Pero la culpa no es sólo de ellos. A nosotros mismos nos dio miedo la libertad que nace ele la brisa. Y la ahorcamos, la estrangulamos. ¡Maldito quien ahoga la brisa, o estrangula el soplo, o mata un abanico! Durante este último parlamento han ido llegando otras personas a escena, colocando tenderetes en la plaza. Se ha fdo animando el ambiente. Los nilios atravie– san la escena con sus cometas colgadas de la espalda. El abuelo, acompañado de fa guitarra canta. La gente le 43

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