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y sus noches de juerga... ¡Ser un poquito más, sólo un poquito! Ha entrado una pareja joven a comprar algo en el puesto de la abuela. Escu~han al abuelo. MUJER.- ¿Ser un poquito más, abuelo? Pero si nos tienen corno esclavos. HOMBRE.- Déjalo; es un viejo loco, poeta y músico. Un demente. ABUELA.- Más respeto, jovencito, capón de mala pluma, deslenguado. ABUELO.- Sólo los locos son hombres de verdad. Sí: estoy ciego, pero sólo ve de verdad quien se atreve a mirar hacia adentro de uno mismo, detrás de la apariencia de las cosas. Solamente ve de verdad quien tiene agallas de mirar su propia sangre y sus raíces. Y luego piensa. Piensa sobre todo. Y actúa. Actúa sobre tocio. HOMBRE.- ¡Pendejadas! la pareja se sientn. Entra el niíio con la cometa en la mano, muy triste. NIÑO.- Abuelo, se acabó la brisa. Se ha ido el viento. ABUELO.- Que no, mijo: que e: viento está dentro de uno mismo. Sopla tú, pelado, sopla, y verás cómo subes igual que una cometa. El viento y la piola nacen ele uno mismo. HOMBRE.- Pero si nos mezquinan basta el aire que respiramos. MUJER.- Ahí está la Steel Company, enrareciéndonos el ambiente. ¿Oué hacer? Nada. Y eso achica la piola, y la vida se arruga y se esfuma el color de las cometas. Nunca subiremos; jamás nos auparemos de la mierda en que vivimos. 42 El niíio toma la latita de monedas del abuelo, la hace sonar e imitándolo dice:
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