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las venas. Con tal de subir, ¿qué importa la vida? ABUELA.- Y apedréate las huevas, marica. Ahora o nunca, carajo. O te despelotas tcdo a fuerza de intentarlo o serás, corno nosotros, una pura miseria. Otros se encar– garán de hacer de ti un muñeco, una nada, un hijo de perra. Ahora o nunca, como dice don Crespín. El abuelo, tanteando, se ha acercado hasta el niño, que detiene a duras penas el cabo de su piola, empinán– dose. Le quita la camisetilfa raída y fa ata a la piola. ABUELO.- Ven, déjame, mijo. Ahora o nunca. Así. Ya tienes un poquito más de esperanza. La esperanza se la gana uno mismo... Y ahora los pantalones, carajo. Lo importante es subir, mijo. NIÑO.- ¡Sube, linda, sube! Desaparece el nirfo. El abuelo sube algunas escale– ras. Se sienta. Algunos nHios y personas mayores entran en escena para comprar alguna chuchería a la abuela. Suena el abuelo mucho su cajita de monedas. Olfatea el viento. ABUELO.- ¿Se te acabó la piola? ¡Deshilacha tu ropa y no te importe quedar todo desnudo 40 en un mundo que aplasta las cometas. ¡Jala y afloja, mijo! Y sigue en la tarea de ser un poco más cada mañana. Yo brindo brisas. Brindo aire y viento por nada. Las regalo a cambio de un poquito de sudor y un iPtento de auparse por lo menos un palmo de la tierra...

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