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Ji grita. Se enfurece poco a poco como hiena. Cae al suelo como en un ataque de epilepsia echando espumarajos por la boca. Todos hacen medio círculo en tomo. Algunos aplauden, pero van decayendo los aplausos poco a poco y entran violentísimos los cinceles en ritmo creciente. PRESIDENTE.- ¡Que callen los cinceles! ¡Que callen los cince– les! (Arrecian más.) Mando -orden del Presidente- que callen los cinceles... Comienzan a sonar locamente todos los teléfonos de la sala y otros. Timbres de alarma en palacio... MINISTRO.- (Al teléfono.) ¡Silencio! ¡Silencio, por favor! ¿De– sembarco de un grupo armado? ¿Ardiendo la embajada? Tornada la catedral por grupos subversivos. Y el cuartel de infantería. Siguen sonando los teléfonos v los cinceles. El Presidente ha tomado en brazos el cuerpo convulsionado de Beatriz. Ella se resiste y grita. Forcejea violentamente. Los invitados han ido desapareciendo... Se va acercando al proscenio. Se oyen disparos lejanos y alguna explosión. Se corta el fluido de luz... Sigue la locura de los cinceles ensordecedor con amplia– ción... PRESIDENTE.- ¡Malditas estatuas! ¡Malditas estatuas vivas! (Arroja el cuerpo de Beatriz en un sofá.) Yo les cercenaré los pies y los brazos y los testículos. ¡Maricones! Y les arrancaré los ojos y ahogaré su voz. Yo arrasaré esta subversión. ¡Malditas estatuas, malditas estatuas! FIN DEL PRIMER ACTO 33

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