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PRESIDENTE.- Mi Diana Cazadora. así la muerte 32 a tus pies y a tu flecha es toda vida. Y morir en el arte de tus formas es revivir de nue\'o... ¡Oh, que un latido tuyo me atravesara el alma, y que tú te embriagaras en mi sangre y fuera todo yo f-::>rma en tus formas! Tus pies, dos pichoncillos querenciando los alados talares de arcillas y de brisas... Y el dórico entrañable de tus piernas insinuándose :odo hacia el quieb·o onduloso de tu pelvis... ¡Oh, capitel dhrino, oh, flor de acanto, yo me acunara en ti corno un friso corintio de sueños imposibles! ¡Y oh, tus caderas. y oh, tus gemelas colinas adorables en donde el mismo Júpiter afincara su Olim;:Jo, y donde Eneas se embriagara litando sus enjambres! Oh, tus formas divinas, dame a gustar el canon perfecto de tus senos ... Se ha incorporad'!J a duras penas. Se acerca a Beatriz y le rasga el escote apareciendo sus senos. Beatriz entra en un atacrue de histerismo agudo. Inicial– mente queda petrifi::ada, estatuaria, aunque su rostro