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últimamente le proporcioné. PRESIDENTE.- Gracias, Sr. Embajador. Sus sabuesos oliscan bien. EMBAJADOR.- Thank you, my President. Acabo de propor- cionar al Sr. Ministro otra lista de subversivos. PRESIDENTE.- ¿Nuevos nombres? EMBAJADOR.- Sí: caricias en los testículos y hablan rápido. MINISTRO.- Sí: amén de los de siempre, en clandestinidad, otros, y aquí dentro de casa... en algunos mandos policiales y militares. Y también, Sr. Nuncio, gente de la Iglesia. · NUNCIO.- Explíquese, Sr. Ministro, por favor. Desde que se comenzó el tema de la subversión viene oyéndose un ritmo creciente de martillos y cinceles. Aquíha llegado a ser molesto ya. Se nota en Beatriz una gran preocupación. PRESIDENTE.- ¿Otra vez? Jorge, que callen los cinceles. Quiero estatuas sin grito, sin ruido, quietas, sumisas... Disculpen: es su afán de complacerme, de sorprenderme con nuevas obras. Bien, Sr. Ministro, siga confiando sus preocupaciones a Mr. Chivas -25 years old-, más sabio que la Pitonisa de Delfos. Y bebamos, que nada pasa. NUNCIO.- Con todo respeto, Sr. Presidente, pero me ha intrigado eso de los nombres de Iglesia. MINISTRO.- No se preocupe: haremos ele ellos nuevos márti– res. NUNCIO.- ¿Implicada la Iglesia? ¿Quiénes? Déme esos nom- bres. EMBAJADOR.- Cuatro curitas... SEÑORA.- Y algunas sisters. EMBAJADOR.- Extranjeros la mayoría. También de mi país. Desadaptados, acomplejados. PRESIDENTE.- Hábilmente usados como tontos por la izquier– da. 25
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