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NUNCIO.- E certo, senz'altro. El presidente areja a sus invitados del Cristo. Jorge y Beatriz siguen sirv,endo alegremente a la concurrencia. PRESIDENTE.- iSenz'altro, é vero ma... esto no es más que un boceto lejanísimo de la capilla Sixtina, pues no vaya a ser que el Sr. Nuncio quiera confesarnos a todos. Esta recámara quisiera ser algo así como... JORGE.- Su excelencia la llania a veces, y con mucha exacti– tud, un partenón en miniatura. PRESIDENTE.- Gracias, Jorgi:o. Y tú, el gran Efebo. Y Beatriz, la diosa Atenas, o Afrodita. Mejor, mi Galatea. JORGE.- Y su excelencia, el ;rran Fidias. PRESIDENTE.- Un templo pagano... NUNCIO.- Con corazón profundamente cristiano. PRESIDENTE.- Senz'altro, é vero. (Presentando otras piezas.) Una estatuilla fenicia, ausp:ciadora, Sr. Embajador, de los business, money. El dios del mundo moderno, -con permiso- monsignore. NUNCIO.- Muy fina su gracia volteriana, Excelencia. Pero Mammon, el dios del dinero, fue fustigado en la Biblia. PRESIDENTE.- Pero ¿y no t,ene también él un altar en el Vaticano? EMBAJADOR.- Mucho pícara su insinuación, Sr. Presidente. SEÑORA.- San Ambrosio se ruborizaría de los enjuagues de su banco. NUNCIO.- La Iglesia necesita del dinero para llevar adelante sus santísimas obras . .,,, el poder para poder ser fiel mensajera de Jesús... PRESIDENTE.- Que no tenía conde reclinar su cabeza, y amaba a los pobres, y lo era... Perdón, Sr. Nuncio. La culpa es mía. Son chanzas amistosas sin ninguna hiel. (Besa el anillo del Nuncio. Lo mismo la seiiora.) SEÑORA.- Excúseme, father. Siempre pertenecí al Altar Society. 22

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