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PRESIDENTE.- Sí, todos reunidos aquí; y Erasmo de Rotterdam y Pico della Mirándola, Lorenzo el Magnífico... NUNCIO.- ¡Y Savonarola! PRESIDENTE.- ¡Oh, monsignore, deje de lado a los frailes rebeldes, apocalípticos, insatisfechos! El Nuncio se ha acercado al Cristo del bastidor. Un Caspicara, Monsignore. SEÑORA.- Escuela quiteña con latido cuzqueño, sangrante, dolorido... PRESIDENTE.- (Con mucho retintín.) Por los pecados de los hombres, monsignore. El hombre del Renacimiento se rebeló un tanto contra la iglesia medieval, ¿no, monsigno– re? NUNCIO.- Leyenda, leyenda. La Iglesia supo mantener la fe y las costumbres, como siempre. EMBAJADOR.- ¡Oh, beautiful! PRESIDENTE.- Thank you, Sr. Embajador. Este es mi refugio, mi aliento. Aquí me libero. Aquí se respiran las auras cristianas, monsignore. Sí; cultura occidental cristiana que hay que salvar a toda costa de los hunos (Riéndose./ y de los otros; de las hordas marxistas de hoy, Sr. Embajador. EMBAJADOR.- That's right. Es mucho verdad, Excelencia. lt's truth. SEÑORA.- Caspicara fue un tipo extraordinario. NUNCIO.- Un Viernes Santo anclado, fijo, sin esperanza, quieto, pacífico, fiel cumplidor de la voluntad del Padre de los cielos. (Se santigua tras de haberlo tocado con reverencia. lo hacen todos.) SEÑORA.- Y Caspicara, un indio mugroso que supo traducir el auténtico sentido cristiano de resignación, de humildad, de esperanza en el más allá. PRESIDENTE.- Un artista en bruto bajo la costra sucia de indígena maloliente. Un auténtico milagro, monsignore. 21
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