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Desnúdate toda, toda, toda. Hasta que no te vacíes abriéndote en canal no servirás como hembra. O parirás monstruos, muñecos, estatuas muertas, abortos de maldición para el pueblo del que tú misma naciste. Beatriz queda como hipnotizada. Sigue sonando el teléfono. las últimas palabras de Leonardo han sido acompañadas de un ritmo violento de martillos y cinceles. Reacciona al fin. Toma el teléfono. BEATRIZ.- ¿Sí? Estaba en el baño, querida. Apenas te oigo; los canteros, hija. Parece que se han puesto de acuerdo en este mismo instante para taladrarme las sienes; para desnudarme a golpes... No, nada. ¿He dicho desnudarme? No, hija... Sí, con algún cincel, a golpes, revolcada en el barro, desnuda toda... Es que sigo tu broma... Bien, bien, y ¿qué sucede? ¿Que llegan en pocos minutos? ¿Cómo? ¿Revuelta popular? ... ¿Puentes volados? ... ¿Secuestros? No; si no me preocupa. Si eso es el pan de cada día. Estoy segura que el Sr. Presidente y el Ministro de Defensa, que los tienen bien puestos ... Gracias, mi amor. Durante las últimas frases del parlamento ha entrado Jorge. Se quita su casaca y viste la túnica renacentista. JORGE.- ¡Inelegante! No están bien en tus labios semejantes insinuaciones. BEATRIZ.- Pero sí entre los tuyos, mamón... Perdóname. (llora.) JORGE.- No, por favor, mi linda vestal, Venus de Milo, Galatea divina. BEATRIZ.- Jorge, no me insultes. No, no; estatua hueca no. (Sigue llorando.) JORGE.- Serénate Beatriz. ¿Quién te ha puesto tan nerviosa? ¿Esa llamada? Es lo de siempre; no pasará nada, amor. 12

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