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JORGE.- Virgen vestal, no me seas tan anatómica. BEATRIZ.- Lo dije poéticamente para no herir tu sensibilidad, Jorgito. JORGE.- Gracias, Galatea. Pero yo hago asquitos cada vez que te sorprendo en semejantes inelegancias. Y tú dejas que vilipendie el arte de tu cuerpo. BEATRIZ.- (Se acerca a Jorge con mimo, otra vez en juego amoroso. lo acaricia. Intenta acercárselo. El la rechaza muy afectadamen– te.) Tú me conoces, Jorgito. No es mi hombre. Quisiera sobre mi cuerpo unas manos duras que montaran con sus dedos cada uno de los milímetros cuadrados de mi epider– mis. Y yo le resudaría hijos. Pero no las híbridas yemas de los suyos, que son dedos de cabritilla: vacíos, sin pulso... ¡Maricón! JORGE.- No insultes, límpida vestal, fluvial nenúfar, flor de loto. BEATRIZ.- Mejor hoja de parra desvirgada por los dedos de mi amor. JORGE.- ¡Inelegante, inelegante, inelegante! 4 Suena el teléfono de la habitación contigua. Jorge se quita rápidamente la dalmática y se viste su casaca militar y gorra. Va a atender. Queda sola Beatriz. Comien– za a escucharse e! golpe de los martillos y cinceles. Beatriz se transforma. Ella misma simula al aire el trabajo de cantería. Hace gestos a los hombres del taller. Gira el bastidor y aparece la pantalla de proyecciones. Prepara el proyector. Corre las cortinas y apaga las luces. Sólo la luz del foco sobre la pantalla. Selecciona algunas trans– parencias. Proyecta tomas de la Isla de Pascua, San Agustín de Colombia, muestras de cultura Maya, Azteca, lngapirca, Cuzco, etc. Beatriz va diciendo para sí alguna acotación sobre los slides, lugares de origen, antigüedad, etc. Pone música interandina de fondo... Se oyen unos golpecitos en la cristalera. Beatriz baja el volumen de la música y atiende a la llamada. Deja en pantalla alguna transparencia según requerimiento. Descorre un tanto las

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