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su intento de seguir con la máxima fidelidad posible a Fran– cisco. Así pues, la referencia a nuestros orígenes, con vistas a una clara identidad carismática, comporta esta fundamental conclusión práctica: tanto más seremos capuchinos cuanto más seamos auténticos franciscanos. Por razones históricas, teológi– cas y pedagógicas debemos encontrar nuestra «genuinidad ca– rismática»5 5 mediante una vuelta directa y privilegiada a nues– tras Fuentes verdaderas y propias, es decir, a Francisco, el único y auténtico Fundador nuestro. Lo que quiere decir ser plenamente coherentes con las i"lvitaciones y las propuestas que bastantes veces nos han hecho los Sumos Pontífices. Y a la luz de Francisco, buscado con el amor de los primeros capuchinos, pero encontrado con nuestros ojo; de hoy; tenemos que releer después, y no al revés, lá «exégesis franciscana» encarnada por las Fuentes y por la historia de nuestra Reforma capuchina. Aquí está, a mi parecer, el más bello y positivo desafío para todos nosotros, acercándonos a 1a voluminosa colección de los Documentos y de los testimonio:- del primer siglo de nuestra historia. El P. Agustín Gemelli, O.FM ., ha dicho que «el retorno a los orígenes franciscanos en pleno Renacimiento es algo más sorprendente que la misma aparición del Franciscanísmo en el siglo XIII» 5 6 • De cualquier modc, más o menos sorprendente, el hecho es que, en pleno clima renacentista, nuestra Orden nace como un arranque veheme:ite y valiente de fidelidad al espíritu genuino de Francisco. 55 Cfr. Jér6me card. Hamer, O. P, Prefecto de la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, Omelia en la concclebración eucarística de la inauguración del Capítulo General de 1988 (20 junio 1988), en Analecta OFMCap. 104 (1988) 154. 56 Fr. Agustín Gemelli. El Francisca.1ismo. Barcelona, Luis Gili, editor, 1940, p. 136. 29

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