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«Vuestra inspiración primitiva, vosotros la habéis redescubierto reflexio– nando con una sensibilidad nueva sobre el nombre mismo recibido en herencia de vuestro padre San Francisco, es decir: Hermanos Menores. En efecto, en tal nombre el Santc ha encerrado lo que mayormente apreciaba del Evangelio: la fraternidad y la minoridad, el amarse como hermanos y el elegir para sí el últirr::o sitio, a ejemplo de Cristo que no vino 'a ser servido, sino a servir' (:vlt 20, 28). En esto se ve cómo la vuelta a las fuentes es, frecuentemente, el camino mejor incluso para los fines de la adaptación a las expectativas y a los signos de los tiempos» 34 • Y en el último Capítulo General (1988), nos ha dicho todavía mucho más claramente: «La identidad típica del capuchino está en el primado de la vida evangélica fraterna, vivificada por ur:a fuerte experiencia contemplativa, vivida en pobreza radical, austerid2d, simplicidad, alegre penitencia, y en plena dispor.ibilidad al servicio de todos los hombres»" . Un precedente inmediato de esta afirmación pontificia' se encuentra en el Rescripto de la ~ongregación de Religiosos, del 25 de diciembre de 1986, mediante el cual se aprueban definitivamente nuestras Constituciones. En este Rescripto se define oficialmente nuestra fisonomía de capuchinos como re– ligiosos que «se esfuerzan por vivir la forma de la fraternidad evangélica, sostenidos en primer lugar por el espíritu de cración; unidos con todos en frater– no diálogo en el espíritu de minor:dad franciscana, se preocupan por servirlos... » especialmente mediante algunas específicas formas apostólicas y de promoción ' 4 Analecta OFMCap. 98 (1982) 192. Cfr. Ibid 100 (1984) 58; 264. Con Francesco nella Chiesa, pp. 143 ss. " Alocución a los participantes en el Capítulo General de 1988 (12 julio 1988), en Analecta OFMCap. 104 (1988) 163. 21

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