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ordinarios canales informativos que tiene, la realidad existen– cial de cada Instituto a nivel de vida y a nivel de reflexión. En la historia reciente de nuestra Orden -como en la historia de las demás Familias franciscanas, por citar un ejem– plo cercano a nosotros- se ha desarrollado un importante proceso de autorreflexión en los Capítulos Generales y en los Consejos Plenarios, sobre todo, acerca de nuestra identidad y de las exigencias prácticas de nuestro carisma a la luz de las Fuentes capuchinas. Un proceso que ha tenido también inten– tos de síntesis, de organización lógica, según una cierta priori– dad de nuestros valores característicos, sobre todo con vistas al servicio de la formación y de la animación de los frailes. Un momento culminante en este sentido ha sido el IV Consejo Plenario, sobre el tema de la formación 32 , en el que se ha busciido deliberadamente una «autodefinición global», por así decir, a partir del llamado «primado de la vida fraterna evan– gélica»33, criterio que ha repetido competentemente el papa actual en el último Capítulo de la Orden (1988). Sería interesante, y relativamente fácil, seguir el proceso paralelo de la reflexión de la Orden sobre sí misma, por una parte, y del eco que ha tenido, por otra, en las diversas inter– venciones del papa dirigidas a nosotros. Para no alargarme demasiado, me limito solamente a ci– tar, sin comentarios, dos frases del papa actual y una de la Cohgregación de Religiosos, muy significativas, que reflejan la sensibilidad competente de la Iglesia, hoy, con respecto a nosotros, en perfecta coherencia con las líneas maestras del IV Consejo Plenario de la Orden. En el Capítulo General de 1982 (5 de julio 1982) el papa nos decía: 32 Cfr. N Consejo Plenario de la Orden, La Formación (Orientaciones), en Documentos de los cuatro primeros Consejos..., pp. 111 ss. Analecta OFM– Cap. 97 (1981) 161-244. " Cfr. Ibid. nn. 13 ss.; 21 ss., etc. 20

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