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momento presente. He aquí un desafío importante, a mi pare– cer, en la impostación de este curso y en la aplicación práctica, sobre todo en el campo formativo y pastoral, del conocimiento de nuestras Fuentes; Fuentes a valorar especialmente desde el punto de vista de su esencialidad, es dedr, en función de sus valores sustanciales y perennes. Justamente nuestras Constituciones actuales, antes de enumerar algunos rasgos de carisma franciscano-capuchino, nos proponen este criterio para un iluminado «acercamiento a las Fuentes»: «En cuanto Hermanos Menores Capuchinos es ne– cesario que conozcamos la naturaleza propia y las intenciones de nuestra Fraternidad» 6 • Ved perfectamente señalada la esencia– lidad de nuestras Fuentes, es decir, las intenciones y la natura– leza específica o los elementos fundamentales de la Orden: preci– samente los factores que garantizan «la unidad del mismo genuino espíritu» en la divers1dad posible 'de «formas, incluso pluriformes, adaptadas a la vida y al apostolado de los herma– nos»7. 1.2.3 L a « a c t u a 1i d a d » d e 1a s F u e n t e s Finalmente, un tercer aspecto, de índole más bien prácti– ca, muy importante. La fidelidad de un Instituto religioso al propio carisma exige una relación vital -a lo largo de los diversos momentos históricos- con los valores esenciales de los propios orígenes o, como dice el Concilio, con el «espíritu primigenio» (con la «inspiración primitiva») del mismo Institu– to 8, con «el espíritu y las finalidades de los fundadores>/. La esencialidad de las Fuentes implica, por sí misma, una intrínseca actualidad. Los valores, precisamente porque son 12 6 Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos (1982), 4, l. 7 Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos (1982), 5, 4-5. 8 Perfectae caritatis 2. 9 Perfectae caritatis 2, b.

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