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67 - ,,Bien puede suceder que, alguna vez, la operación haga « a una persona apta para el trabajo ántes que el tratamien- « to incruentó; pero ¿acaso el único fin que perseguimo~ es « dísponer a la gente para el trabajo? ¿No merece también , « atención la salud, la alegría y la vida de los pacientes? « ¿Qué puede importar el tiempo más o menos largo de la « curación a las señoras ricas y acomodadas que como todos « sabemo'S forman el mayor contingente de las estadísticas « de los operadores? Y no es por ventura muy útil y necesaria « la salud de esas señoras, por la creciente degradación de « las razas, pero la salud verdadera y no la aparente y ficti « cía que proporciona la operación? Queda, pues, rechazada « de antemano la objeción por carecer de fuerza y valor. « Por otra parte, si el tratamiento incruento cuesta al médi– « co más tiempo y más trabajo, bien puede él formar algu– " nos ayudantes. Yo también en mis_ prácticas hago sólo lo « más difícil, dejando muchas cosas para las fuerzas auxi– " liares. «No necesito decir más. El que no acepte esto, tampoco " aceptará otras doctrinas. Los que saben convencerse y « deponer su enojo y Rus iras, nos alargan la mano; y no se <, anepentirán de eso, como no se arrepintieron aquellos va– « lientes colaboradores de la revista titulada «El médico de « la mujer», que al fin se elevaron a la más alta considera– « ción de su vocación y defendieron con el ·mayor entusias– " mola actividad del «ginecólogo sin operación»; y sobre todo . . . miles de señoras lo agradecerán. He aquí un capítulo que habla por muchos libros y cuyas observaciones son por cierto más elocuentes que los discur– sos y enseñanzas de doctores desatentad0s. milia. El Dios que manda «no matar», manda también «no mutilar», es decir, no preparar o predisponer el cuerpc/1 para la muerte, y la ciencia verdadera, sabe alejar los peligros del cuerpo con medios sencillos y naturales~

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