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- IV - jeros por todos los caminos, se levantaban edificios, se esta– blecían hoteles, se multiplicaba la población estable y la transeunte y se alejaba definitivamente 11:1, Beata Solitudo. Perdida la esperanza de encerrarse él dentro de su clau– sura, el Padre Tadeo se ha consolado a medias, guardando con la más estricta reserva sus notas, sus apuntes, tomados rápidamente entre el examen de un enfermo y la visita de otro. A los amigos y admiradores que con una insistencia fácil de explicarse le vienen pidiendo desde hace muchos años que publique algún libro o algún folleto para utilidad de sus enfermos y de los enfermos en general, les ha contes– tado que sus apuntes son incompletos, hechos aprisa y que sus obligaciones de médico del alma por voluntad propia y de médico del cuerpo por ineludible fatalidad, no le dejan tiempo para ser autor de un tratado de medicina. Sin embargo, por la misma puerta entreabierta por donde sale de su celda a visitar enfermos que lo reclaman, han sa lido también sus apuntes, y de nuestras manos han pasado a la imprenta. El Padre Tadeo, médico a la fuerza, habrá de resignarse a ser también)utor a la fuerza. Innecesario es decir que no nos hemos atrevido a tocar el texto de tan codiciados documentos y que nuestra tarea se ha limitado a darles forma de comunicación con los lectores. Pero aquí en el prólogo, donde exponemos nuestras pro pias ideas, hemos de llamar la atención de los lectores hacia las causas del éxito innegable que en sus curaciones ha obtenido este sorprendente religioso. Al relatar él algunos d.e sus aciertos, los atribuye a las excelencias del sistema hidroterápico, y tiene razón, porque ellas, en realidad, son muy grandes y lo colocan muy por · encima de los otros sistemas. Pero la modestia le hace ol vi– dar otras causas, cuales son; además de su talento y versa– cíón médica 1 sq experiencia de muchos attos y ruillaree de

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