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- 16 - aplicaciones que le hice, empezó a reaccionar el mismo día; y una semana después, me lo trajeron a Riobueno, de donde salió robusto, sano, lleno de vida y sin el menor vestigio de su enfermedad que, dicho sea de paso, ni era del pulmón ni era tifus. 9.° Cierto sacerdote argentino sufría, desde hacía muchos años, tan fuertes dolores neurálgicos de la cara, que le lle– garon a causar parálisis en la boca, no pudiendo apenas ha– blar ni alimentarse. Con algunos meses de tratamiento hi • droterápico, quedó enteramente sano. 10. De locura, idiotez y otras enfermedades parecidas, po. dría citar no uno, sino muchísimos casos de curación por medio del agua; pero no lo hago por no molestar ni afligir a perso– nas que han sufrido tan triste enfermedad. Solamente diré que en los muchos años qµe llevo dedicados a los enfermos, he tenido la satisfacción de devolver la luz de la razón a in– numerables desgraciados; y me he convencido de que estas enfermedades suelen proceder de la mala sangre. Así que, con entera confia11za, hago mía aquella expresión del sapien– tísimo cura Kneipp: «Si mi tratamiento se practicase en los manicomios o casas de orates, esas casas se desocuparían.» 11. Un domingo por la tarde, vino a verme directamente desde la estación una señora acompañada de sú madre polí– tica. Cada una traía en sus brazos una niña moribunda. La mayorcita, que tendl'Ía como dos años, parecía un verdadero esqueleto y gemía, lloraba y se retorcía desesperada, pues la pobrecita fuera. de los dolores propios de una enfermedad que duraba ya más de medio año, tenía todo el vientre perfo. rado por las inyecciones. El último especialista llamado por

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