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· - 15 - en ninguna parte, se dirigiera inmediatamente al hospital; pero, en. vez de seguir mi consejo, fué a pasar la noche en casa de un amigo suyo; y cuando, a la mañana siguiente, se encaminaba hacia el hospit:1.l, se le abrió la postema y mi reguero· de pus fué marcando el trayecto de varios centena, res de metros. Los médicos quedaron asombrados, no pu· diendo comprender cómo un hombre. podía haber andado tanto cori aquella enorme herida en mitad del cuerpo y sin experimentar dolor ni desfallecimiento. Lo cierto es que el hombre se salvó y vive todavía, aunque ya ha dejado de ser joven. 7,?.Un campesino, por haberse herido en una mano, tuvo que ir al hospital de O. donde, después de algún tiempo de tratamiento infructuoso, se creyó necesaria la amputación. El joven se negó y abandonó precipitadamente el hospital para ir a mi sanatorio de Riobueno. En la estación de La Unión agobiado po!" agudísi::no dolor, consultó al médico del hospital, que también declaró inevitable la amputación. Tam– poco esta vez cedió el enfermo y siguió el viaje p'royectado. Cuatro horas después, y sJfriendo horriblemente, llegó a Riobueno y en dos horas la hidroterapía le calmó todos los dolores y le salvó la mano y la vida que estaba en peligro. 8. 0 Otro joven, campesino, de familia pudiente, estando en– fermo de gravedad, fué visitado por el médico de la ciudad de K. quién primeramente le creyó eIJ.fermo del pulmón, pe· ro luego, mudó de opinión yr declaró que el caso era de tifus. Alegando .que esa enfermedad necesitaba y exigía cierto tiempo, .para su curación, dejó al enfermo y se fué. Sin em– bargo la atribulada familia. veía que el mal se iba agravan– do cada vez más y esperaba por momentos algún desenlace fatal. Por suerte, me avisaron a tiempo; pero, a mi llegada, el enfermo parecía ya moribundo. A pesar de eso, c'on las

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