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- 12 - bastián Kneipp, a quien me llevaron mis amigos contra mi voluntad, diciéndome que me aplicarían el tramiento con agua caliente; y que sólo después que estuviera bien acos• tumbrado, podría seguir las aplicaciones de agua fría por las cuales yo sentía verdadero terror. Mucho se disgustó Mons. Kneipp cuando yo le expliqué el famoso tramiento «a lo Kneipp» que, por espacio de tres meses, había seguido en Rosenheim. Luego, recibí mi recetai y persuadido de que los baños que se me indicaban eran de agua caliente, fui a consultar a un sacerdote norteamericano que hacía tiempo seguía el tratamiento en Worishoffen. Este buen sefíor, al conocer mi engaño, rióse a más y mejor; y por toda respuesta y a pesar de mis protestas, me llevó al baño y él mismo me aplicó el primer riego de agua fría. Al momento sentí un notable alivio. Y cuando mi amable com– pañero me llevó al convento en que estábamos alojados, me senté a la mesa y pude tomar algún alimento siendo así que, durante varios meses, mi estómago no había podido sopor– tar nada. En pocas semanas más, quedé completamente sano. Al agua fría debo, pues, mi salud y mi vida; y con gran– de satisfacción y alegría puedo decir que, por medio de ella, be aliviado y salvaao yo mismo a muchos enfermos. Para infundir confianza en el ánimo de las personas que no la tienen, referiré algunos casos de curaciones debidas a las excelencias del sistema hidroterápico~ advirtiendo que en ellos se trata de enfermedades rebeldes a los recursos de la medicina alopática. 1. 0 Hace ya unos 20 años, que me presentaron un niño (C.) como de cuatro o cinco años de edad, en el estado más triste• Sufría sobre todo de los oídos, que los tenía hinchados por grandes abcesos o acumulaciones de pus. Médicos eminen– tes le habían dado todos los remedios que aconseja la a.Jopa. tía y habían terminado por operarlo; pero lejos de sanar,

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