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¡' - 162 - manos enfermas de la sifilítica Sara Nelmes cuidadora de vacas. Otros doctores dan a la vacuna el título de «la más perniciosa y funesta superstición de nuestro siglo». El Dr. Yung, de Basilea, dice lo siguiente: «Con gran pesar » y sentimiento de mi alma, me he convencido en estos 1\l· » timos años, que la vacunaciór no sólo carece de eficacia, » sino que debemos considerar_a como una maldición para » la humanidad». El Dr. Kranichfeld dice: «También yo hice vacunar a mis » catorce hijos, en una época en que ignoraba todavía los > perniciosos efectos de la vacunación. Hoy no lo haría y » me opondría a cualquiera au;:oridad o ley de policía que » quisiera obligarme a ello». Segun la estadística oficial, el año 1871 fallecieron en Pru– sia, por la viruela, 64,000 personas; y en Baviera, el año 1872 enfermaron también de viruela 30,000 personas; y eso que la vacunación era obligatoria en ambos países d"lsde hacía muchos años. ¡Cuántas personas han tenido que sufrir dolorosas enfer– medades durante tola su vida y na.da más que por la vacuna! La cacoquimia, la e3crofulosis, la tuberculosis y otras enfer· medades muy frecuentes hoy día, en muchisímos casos, no tienen otro origen o principio c¿ue la vacunación. Sus de– fensores y propagadores habrían hecho trabajo más útil para la humanidad, si en vez de la vacuna hubieran recomendado la higiene, la limpieza y la depuración corporal a todos los individuos, pero especialmente a los atacados o amenazados de viruela. Precauciones. -Ccn toda seguridad puedo afirmar que una persona que todos les días hace la frotación de agua fría, ja– más contraerá la viruela aunque viva entre variolosos, porque las frotaciones pueden expulsar del cuerpo todos los gérmenes de la viruela. No quiere decir esto que se deban descuidar por completo las reglas y disposiciones ordinarias para evitar el contagio, como son: el aislamiento del enfermo y la prohibición de te-do contacto no necesario. Bay que tener también mucho cuidado con la ropa que haya