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160 - go este pobre rey; hasta que, cansado ya con sus pretensio– nes, un buen día me encaré con él y le dije que toda su grandeza no me importaba un bledo; porque si el era rey de Alemania, - yo era el czar de Rusia; y su cuidador, allí presente, era nada menos que el emperador de la China. Bastó esto para quitarle su manía; y con algunas semanas de tratamiento quedó completamente sano. Vaya este caso para los que dicen que no hay que contrariar nunca a estos enfermos. Otro día me trajeron una nifia de 9 años, completamente privada del uso de la razón. No podía expresar una sola palabra, ni sabía dar la mano cuando se lo mandaban sus padres. Era evidentemente. un caso de idiotismo. Con dos meses de tratamiento recobró la luz de la razón y pudo ha blar y emitir sus juicios con toda perfección. Ahora bien; ló que se ha conseguido en éstos y otros mu– chísimos casos, ¿no se podría conseguir en otros parecidos? Es verdad que no faltan médicos que recomiendan el agua para combatir estas enfermedades y en muchos manicomios se emplean las duchas o riegos d~ agua fría, pero fracasan por falta de sistema. No basta, pues, el agua sino que tam– bién es necesario saber emplearla'. ;1. Aun debo añadir otra observación y es, que de todos los casos de locura que yo he podido ver y tratar, no ha habido uno sólo que pudiéramos llamar enfermedad de espíritu, sino que todos han sido males corporales y. casi siempre vestigios de sífilis. El tratamiento ordenado se dirige, en resumidas cuentas, a curar la enfermedad corporal que pueda existir, por me– dio del agua fría; y muy pronto conocen los mismos enfer– mos que ese elemento es el único remedio para sus males y lo buscaµ con afán. VIRU3LA Una de las enfermedades más mortíferas y frecuentes en este país, es la viruela. Y por cierto que en ninguna otra
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