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la con frotacíone8, que nunca son peligrosas y se pueden repetir de hora en hora seis y más veces. Sólo debo adver– tir que también para l,as frotaciones deben estar calientes los pies, Puede suceder que la fiebre sea producida o por lo menos venga acompañada por algún dolor parcial. Para esto, des• pués de cada' frotación, se puede restregar la parte dolorida o se pueden poner comp1·esa8 de a.9uafría; pero no con viene hacer estas compresas sobre los pulmones o en sus enferme– dad<.~s; y cuando se sienta en ellos alguna punzada, será mejor no hacer aplicaciones parciales durante las frotacio: nes 1 porque éstas extienden la sangre y descargan mejor el pulmón sin esas aplicaciones parciales. Con todo, después de las frotaciones, por ejemplo durante la noche, vendrán bien esas compresas. Hablando de la fiebre, también tengo que· decir algo acerca del modo de combatir lá sed que experimentan los ca– lenturientos. bls error funestísimo el de querer apagar esa sed con agua fría; y todavía más nocivas qu~ el agua son las bebidas gaseosas o alcohólicas y el hielo. En los casos de fiebre, el calor interior y naturul del cuerpo sale al exterior. y toda bebida fría -roba más de ese calor interior, favore– ciendo así a la fiebre. En cuanto a la quinina; empleada por la alopatia en casi todos los casos de fiebre, escribe un célebre médico:. «Nadie « consienta nunca en la aplkación de la quinina. Si' el uso « de ese alcaloide produjera, algún efecto verdaderamente « saludable, no veríamos tantos desgraciados atacados de " fiebre, camino del sepulcrQ''.· El agua de avena o de cebada es buena para el calenturien– to. Se prepara haciendo hervir un puñado de la una o de la otra en un litro de agua durante una. hora y luego se cuela y se deja enfriar, 'S'. se da al enfermo con un poeo de. azúcar o de miel. Antes del cocimiento, se limpia eon cuidado en agua _fría la cebada o la avena. También es recomend,able, aunque no tanto, el agua de

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