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- 148 -- son para el organismo humano fuente u origen de muchas y muy frecuentes enfermedades. Refirió el cura Kneipp el siguie1, te caso. Cerca de Wo– rishoffen, en un pueblo mayor, vivía un joven, dueño de una carpintería, el cual, por su diligencia y habilidad, había lle– gado a ser ml!y estimado de las gentes. Sólo en lo tocante a religión parecía ser algún tanto descuidado. En ese pueblo, se celebraron cierto día grandes festejos en honor de los ve– teranos de 1870, figurando el tal joven y el médico del pueblo, entre los personajes principales. Pero, desgraciadamente, la fiesta terminó con una tragedia horrible. Aquella tarde, el buen carpintero tuvo que retirarse a causa del malestar qi.;.e sentía por la retención de la orina durante varias horas. Los consejos y el tratamiento de su amigo el médico no pro· dujeron el menor ali vio; y como los dolores se hacían cada vez más insoportables, hizo llamar al mismo médico que se hallaba en la taberna y en completo estado de embriaguez; pero cuando el desdichado galeno introdujo la sonda para aliviar al enfermo, brotó sangre y nó orina. Esta operación desgraciada produjo en el enfermo una gran exitación nerviosa; y cuando su amigo repitió todavía por dos veces la misma operación y con el mismo resultado, se desesperó por completo y entre acongojado y enfurecido gritó al médico: «¡Vete de aquí, carnicero imbécil, o te dis– paro un tiro a la cabeza!» Tanto el médico como los _parientes del enfermo tuvieron que retirarse, porque este desgraciado no quería ver a nadie ni nadie se atrevía a acercarse a él. Los gritos y clamores del enfermo eran, para todos los allí presentes, signos indu– dables de que los dolores iban en aumento. Al llegar la noche, 'un viejo criado de la casa ensilló su caballo y fué, a toda prisa, a Worishoffen en busca del cura Kneipp, a quien despertó y comunicó el horrible sufrimiento del enfermo. El buen cura le dió en seguida un frasco con medicamentos preparados por él mismo, diciéndole que si