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- 132 - Tampoco han de faltar doctores poco escrupulosos que, sin el menor inconveniente, se atrevan a recomendar medi camentos cuya virtud y eficacia nunca podrán demostrar. El ilustre y malogrado Dr. Lahaman, fundador de un sa natorio que en pocos afios ha adquitido fama mundial, mé dico que se formó idea grande de su vocación y quiso ser bien– hechor de la humanidad, sin parar mientes en las impugna– ciones de sus adversarios, hablando de la sífilis dice: « ... Con cada erupción, el enfermo se acerca más a su curación; y si es prudente, podrá expulsar el veneno sifilítico en uno, dos o tres años, según sea su constitución corporal. Quien diga lo contrario prometiendo la curación en algunas sema– nas, será cuando menos un gran ignorante, por muchos títu– los que posea,)) Y en otra parte, aííade: «Son innumerables los infelices que quedan enfermos por los remedios, sin li– brarse de la sífilis.» No puedo decir que estoy del todo conforme con las ase– veraciones de este inclito doctor, pues sé por experiencia que el término de la curación puede ser más breve de lo que él indica. Pero es lo cierto, que no deja de ser grande insensa• tez y error muy pernicioso el creer que un veneno tan terri– ble y tan extendido por todo el cuerpo como es la sífilis, pueda ser expulsado por otros venenos y en muy pocas días. Esos venenos quedarán en el cuerpo del enfermo y su elimi– nacic'm será más dificultosa que la de la misma enfermedad que con ellos se quiere combatir. Desarreglos y trastornos en los músculos y espina dor– sal, destrucción completa del sistema nervioso, caída del pelo y de los dientes, formación de postemas repugnantes, la idiotez, la locura, y una muerte prematura y repentina, he ahí las tristes consecuencias de una vida licenciosa y a veces de las errores de los médicos. De suerte que bien pudiéra– mos exclamar: ¡feliz todavía el sifilítico que por su pobreza no puede pagar su curación y se ve obligado a buscar trata– mientos naturales!. Dios N. S. ha puesto en la naturaleza los medicamentos necesarios para todos los males. Los ani– males, con sólo su instinto, saben hal.lar en ella todos los reme-

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