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- 1::11 - tos desastrosos en el organismo, no hay duda de que los placeres venéreos traen consigo la ruina más completa y espantosa. La sífilis, efecto de esos excesos nefandos, es en– fermedad terrible, nó sólo en sí misma y por sus efectos, sino también por la facilidad con que se trasmite .Y comunica; justificando la sentencia de la Sagrnda Escritura que dice: «los pecado:, de los padres los pagarán también los hijos, hasta la tercera y cuarta generación»: pues no hay duda de que un padre o una madre sifilítica, comunican su enferme– dad a tres y cuatro gene,•aciones, aunque siempre en gra– do más benigno. Si el hombr.e guardara más moralidad y tuviera más valor para tenét a raya y someter a la razón tan bajas y ruines pasiones, no veríamos tantas miserias ni correrían por el mundo tantos seres raquíticos y endebles. Creo necesario tratar d,~ este asunto, por la importancia que tiene en estos tristísimos tiempos, en los que está enfer– medad degradante ha tornado proporciones tan alarmantes; y sobre todo por el deseo de aliviar á tantas víctimas lrío– centes que recibieron esta enfermedad como triste herencia legada por otros desgraciados que llevaron vida licenciosai No hace .todavía mucho tiempo que dos doctores manifes. taron de palabra y por escrito haber conjurado el peligro de este mal, sirviéndose de remedios 1 entre , los cuales el mertmrio ocupa desgraciadamente el primer lugar. Digo des graciadamente, porque el mercurio, nunca ni en niligún ca~ so, podrá eliminar del organismo el veneno sifilítico; y eón ese supuesto remedio; quedará el enfermo doblemente ellve· nena.do y _sumido en mayor misel'ia y desdicha. Menos peligrosas son, ciertamente, las aplicaciones exter– nas; pero no por eso menos irracionales. Y ;,qué dirnmos del famoso 606, tan célebre por su recla– mo corno por su ineficacia? Grandes y llamativos avisos vemos, cada día, en periódi~ cos y revistas; que anuncian la eficacia de remedios contra la sífilis; y a fe que no son pocos los incautos que caen en la trampa.