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- 120 - ra evitar esta enfermedad o para curarla en cualquier esta– do que se presente? Antes de contestar a P.sta pregunta referiré un hecho acaecido, en Enero de 1893, en la misma patria del muy célebre Mons. Sebastián Kneipp. El administrador de un hospital de Baviera, siguiendo la costumbre de esa clase de establecimientos en aquel reino, presentó, a fin de afio, la relación oficial del movimiento habido en su hospital; y, en ella anotó, con el títuio de «Enfermos de pulmonía fulminante», ,los siguientes datos: Entradas, 360 enfermos ·¡i'allec_idos, fJ » El protoméiico de Provincia, al recibir este documento y, enterarse de él qió a entender que, sin duda, el administra– dor se había equivocado, puesto que era imposible que de 360 enfermos de. pulmonía fulminante hubieran muerto sólo dos, por lo que devolvió el oficio al administrador. Pero és te, estaba ya prevenido e inmediatamente, debajo de la nota del médico, escribió la siguiente contestación: «Los datos « consignados en el informe de· referencia, son exactos. Es « cierto que, ·hasta el 1. 0 de Enero de 1892, seguimos con « los enfermos de pulmonía fulminante, el tratamiento alo– " pático y fallecían, cada afío-s, una cuarta y hasta una tercera « parte de los enfermos. Desde aquella fecha, hemos adop << tado y seguido el ~istema hidroterápico, aconsejado por el « prelado Mons. Kneipp, con tal resul cado, que de todos los « enfermos que pasaron por nu.estro establecimiento duran– " te aquel año, murieron sólo 2; y éstos, porque llegaron al « hospital moribundos y euando ya era demasiado tarde pa– " ra aplicarles remedio ajguno». He ahí un documento que habla por rr;iuchos y que puede servir no sólo a los eufermos sino también a toda la huma– nidad. Pero Mons. Kneipp, al tener noticia de ese hecho, decía a las personas que le rodeaban y que insistían en que tales datos debían ser conocidos por todo el mundo: Verán
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