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- 102 -- de agua hervida. Después de ese baño se sintió bien; y aun– que el brazo quedó completamente hinchado, esa hinchazón desapareció fácilmente con tres frotaciones que desde la ca– ma hizo el enfermo. Al día siguiente se levantó sano y ale· gre. Otro caso. Un médico de la ciudad de X hizo a cierta per– sona una operación en la uña de uno de los dedos del pie; pero con tan mala suerte que, a pesar de todos los cuidados, el deqo se gangrenó; y fué inficionando de tal modo los otros dedos, quel'los médicos no supieron encontrar otro remedio que la amputación. Sumamente_ angustiados los parientes del enfermo, me llamaron por telégrafo. Acudí en el acto, y, con dos horas de tratamiento, se curó la gangrena, disminu– yeron muchísimo los-dolores y cobró ánimo el enfermo. Sin embargo, en cuanto salí de la ciudad, llegaron los médicos a la casa del enfermo; y aunque no pudieron desconocer la evidente e indiscutible mejoría, insistieron en que era nece– saria la amputación. A los ocho días, volvieron a declarar la necesida,d de la operación, por más que la gangrena había ya desaparecido. Según su opinión, mantenida durante varios días, bastaba ver la hinchazón del pie y de la pierna para convencerse de la necesidad de la amputación. Pero también la hinchazón desaparecié, con el tratamiento de agua fría; se libró el en– fermo de la operación y logró la más perfecta curación de su enfermedad. Creo que bastan estos ejemplos para probar que el envene– namiento de sangre se puede curar sin operación. Eso sí que es necesario proceder con prontitud y energía. Por mi parte, tengo Ja gran satisfacción <le poder decir que de los muchos casos de envenenamiento que se me han presentado, no me ha fallado uno solo; y los únicos remedios aplicados han si do la semilla de pasto miel, la limpia plata, el fenogreco y los baños de agua fría de todo el cuerpo. La primera aplicación, en caso de gangrena, ha de ser siempre el baño de sumersión en agua hervida con pas– to-miel o también con limpia-plata y linaza, como dejo